terapia evolutiva
Cambiar la perspectiva, cambia la realidad
Cambiar la mirada es construir nuevos paradigmas en todas las áreas de nuestra vida.
Cuando cambiamos la mirada hacia otra persona, la relación se transforma; el vínculo se vuelve más consciente y fluido. Pero cuando cambiamos la mirada hacia nosotros mismos, se abre un nuevo mundo: empezamos a comprender desde dónde actúan los demás, sin juzgarlos ni engancharnos en sus situaciones. Nos liberamos de rencor, frustración, miedo, distancia o desconfianza… todo aquello que pesa y nos limita.
Si caminamos por la vida con una mirada hacia nosotros basada en el amor y el valor propio, y no en el miedo o la carencia, nuestra percepción se expande. Cuanto más trabajamos en nuestro autoconocimiento, más vivimos desde la abundancia, entendiendo que cada persona libra su propia batalla. Dar sin esperar nada a cambio nos permite vivir libres; esperar un comportamiento específico del otro solo nos genera frustración. Cada ser actúa desde su verdad, muchas veces sin registrar lo que nosotros esperábamos.
Para vincularnos de manera sana, necesitamos conocernos profundamente: preguntarnos qué nos hace bien, qué queremos y qué elegimos. Desde ahí podemos actuar de manera “egoísta”, pero en su justa medida: sana y consciente. Tomar decisiones pensando en nosotros mismos nos permite generar un bien al otro sin crear deuda energética.
Esto no significa dejar de acompañar a quienes elegimos, sino actuar con coherencia entre lo que sentimos, pensamos y hacemos. Solo así hacemos lo que nos hace realmente felices, y no lo que creemos que “debemos”. Por ejemplo: jugar con nuestras hijas debe ser porque nos hace felices verlas sonreír, no por cumplir; ceder ante un berrinche para poder trabajar puede sobrepasar límites, afectar el sistema nervioso del niño y costar mucho más corregirlo después.
Animarnos a dar ese salto hacia nuestro límite consciente habilita un mayor bienestar y balance.




